Cuentos extraños de amor y otros dioses
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Sus
labios eran el dulce néctar que permitían que vivieran los ángeles, tan dulces,
tan suaves, tan llenos de ternura, que creaban galaxias y universos alternos
cada vez que se rosaban con los míos.
Los
olímpicos habían hecho un buen trabajo con él.
Sin
embargo, existía algo más perfecto que la encarnación del universo en sus
labios y rosados labios, y era el café sus ojos, aquel causante de desvelos y
sueños, capaz de endulzar y quemar.
El
café de su mirada producía estragos en mis sueños, en mis días y mis solitarias
noches, era capaz de distraer y hacer caer en las tentaciones más bajas con tan
sola una mirada de aquel par de ojos cafés.
Café
que da sueño, café que crea desvelos.
Afrodita
poseía el poder de llevárselo si ella lo deseara. Y gracias a los dioses aún no
se había encaprichado con él, un simple mortal creado por los dioses a su
imagen y semejanza.
Algo
curioso que poseía también era su envidiable tono de piel, podría compararse
con el caramelo, o incluso con el suave color de las hojas al caer en otoño. Me
gustaba como se veía expuesta a los suaves rayos del sol.
Me
gustaba, y los olímpicos lo sabían.
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Gracias por alimentar mi ego :3 - Mentira- Gracias por sus sensuales comentarios.